Perdóname Señor, ya no quiero ser igual.
Quiero nacer nuevamente. Como niño recién nacido que no tiene deseo de hacer el mal, ni deseo de volverse contra su Creador,
así quiero ser, oh Señor.
Quiero morir al pecado, y ser levantado para tu Salvación.
Tú me conoces Señor, conoces mis debilidades y mis fortalezas;
eres Tú mi fortaleza, pues sin ti nada soy, y nada lo tengo.
Aparta de mi corazón el deseo de volverme contra tí, aparta de mi camino toda piedra de tropiezo.
Grande y misericordioso eres Señor; ciertamente merezco estar muerto, mas cada día despertaba y estabas Tú dándome vida.
Pudiste haber dicho: «Muera éste en su pecado», pero me has mostrado tu misericordia.
Grande es tu misericordia y tu gracia, pero grande es también la necedad de mi corazón.
Cambia pues, mi corazón; quita mi corazón de piedra y dame un corazón de carne, conforme a tu voluntad.
Porque vienen días en los que será demasiado tarde para rectificar nuestros caminos,
ay de aquellos que sean encontrados desprevenidos; pues como paja seca serán consumidos por el fuego de tu ira.
No me dejes morir así, oh Jehová. Eres mi esperanza y mi refugio.
Tú me escogiste cuando planeaste la creación, y por eso te agradezco grandemente. No dejes pues, que el enemigo se salga con la suya.
No permitas que me desvíe, ni permitas que muera fuera de tu gracia, ni permitas que sea encontrado desprevenido.
Dame la sabiduría para rechazar todo aquello que no provenga de tí, Padre mío.
Abre mis ojos, y cura mi cegera. Cura la necedad de mi corazón.
Hazme un nuevo hombre, y una nueva criatura. Todas las cosas sean hechas nuevas.
Mi Dios, en tí confiaré. Cúmplase tu voluntad a dondequiera que vayas. Por los siglos de los siglos, por la eternidad,
a tí sea toda la gloria y el honor. Amén.